REINA DEL MONTE CARMELO

miércoles, 3 de agosto de 2011

SANTA EDITH STEIN, CAMINO DEL CALVARIO

En la vida oculta y silenciosa se realiza la obra de la redención. En el diálogo silencioso del corazón con Dios se preparan las piedras vivas con las que va creciendo el Reino de Dios y se forjan los instrumentos selectos que promueven su construcción.




SANTA TERESA BENEDICTA DE LA CRUZ

-EDITH STEIN
9 de Agosto
Ver también sus escritos:
Cartas y documentos -Ed. Monte Carmelo
-El Misterio de la Navidad -Edith Stein
-Cruz: única esperanza
Libro recomendado
Judía de nacimiento, abraza la fe católica ya siendo profesora de universidad y reconocida filósofa. Entra en las Carmelitas descalzas y muere víctima de los nazis en Aushwitz. Canonizada por Juan Pablo II el 11 de Octubre, 1998
Consideró su conversión a la fe católica como una conversión también hacia una mas profunda identificación con su identidad judía.
Su testimonio ilustra dos temas inseparables: La unidad entre el judaísmo y la fe católica y el valor del sufrimiento.

"Sta. Edith Stein vio en el holocausto un aspecto del sufrimiento expiatorio... un valor redentivo para todo el mundo (y) un vínculo específico entre su sacrificio y la gracia especial necesaria para propiciar la conversión de los judíos" Salvation is from the Jews, de Roy Schoeman. La santa murió con un grupo compuesto casi enteramente de judíos bautizados.
Teresa Benedicta de la Cruz,
(Edith Stein)- Biografía

Nació el 12 de octubre de 1891, en la entonces ciudad alemana de Breslau (hoy Wroclaw-capital de la Silesia, que pasó a pertenecer a Polonia después de la Segunda Guerra Mundial).

Ella era la menor de los 11 hijos que tuvo el matrimonio Stein. Sus padres, Sigfred y Auguste, dedicados al comercio, eran judíos. Él murió antes de que Edith cumpliera los dos años, y su madre hubo de cargar con la dirección del comercio y la educación de sus hijos.

Edith escribió de sí misma que de niña era muy sensible, dinámica, nerviosa e irascible, pero que a los siete años ya empezó en ella a madurar un temperamento reflexivo. Pronto se destacaría por su inteligencia y por su capacidad de estar abierta a los problemas que la rodean.

En plena adolescencia deja la escuela y la religión porque no encuentra en ellas sentido para la vida. Surgen sus grandes dudas existenciales sobre el sentido de la vida del hombre en general, y se percata de la discriminación que sufre la mujer. Desde ahí inicia su búsqueda, motivada por un sólo principio: "estamos en el mundo para servir a la humanidad".

Fue una brillante estudiante de fenomenología, en la Universidad de Gottiengen. Husserl la escoge antes que a Martín Heidegger (uno de los filósofos más importantes del siglo XX) para ser su asistente de cátedra. Como mujer, en la época de 1916 esto era un logro impresionante. Partiendo de una personalidad marcada fuertemente por la determinación, la tenacidad, terquedad y seguridad en sí misma, recibió el título de Filosofía de la Universidad de Friburgo.

Siendo una mujer con una personalidad de alta tensión y fuertemente pasional, así como totalmente racionalista y atea, en el fondo mismo de su corazón, la semilla de la generosidad y servicio a la humanidad causaba un profundo cuestionamiento existencial. Fue así que decidió enlistarse en la Cruz Roja como enfermera durante la primera Guerra mundial. Sus palabras fueron: "ahora mi vida no me pertenece. Todas mis energías están al servicio del gran acontecimiento. Cuando termine la Guerra, si es que vivo todavía, podré pensar de nuevo en mis asuntos personales. Si los que están en las trincheras tienen que sufrir calamidades, porqué he de ser yo una privilegiada?"

Todo esto revela la búsqueda de un alma buena, de un alma que en ese momento no conocía a Dios pero que, sin embargo, ante el sufrimiento ajeno, se hace solidaria. En 1915 recibe la “medalla al valor".

Otras características humanas de su carácter brillaron en ese período: su amabilidad, paz, silencio, servicio y dominio de sí misma. Todo el mundo la quería. Dios ya estaba preparando su alma para un día reinar en ella.

El Momento de la Conversión
En el año 1921, tras la muerte de un amigo muy cercano, Edith decide acompañar a la viuda, Hedwig Conrad, que también es muy amiga suya. Edith pensaba que se iba a encontrar con una mujer totalmente desconsolada ante la pérdida de su esposo tan querido. La muerte le causaba siempre un impacto interior muy grande, porque le hacia sentir la urgencia de dar respuesta a los grandes interrogantes de la vida. En este momento de su vida, ya vivía interiormente una cierta kenósis, pues había experimentado el vacío de las aspiraciones de las ideas filosóficas. Éstas no eran capaces de llenar su alma, ni de calmar su deseo de una verdad más profunda, más completa. Reconocía que en ellas quedaban grandes vacíos y lagunas. Edith buscaba más.

Fue por tanto de gran impacto para ella, encontrar que su amiga, no sólo no estaba desconsolada, sino que tenía una gran paz y gran fe en Dios. Viéndola, Edith deseaba conocer la fuente de esta paz y de esta fe. Mientras estaba en casa de la viuda Conrad, Edith tiene acceso a leer la biografía de quien pasaría a ser su maestra de vida interior y su Madre Fundadora, Santa Teresa de Jesús. Una vez que lo comienza, Edith no pudo soltar el libro, sino que pasó toda la noche leyendo hasta terminarlo. Intelectual y lógica como era, leía y analizaba cada página hasta que finalmente su raciocinio se sometió a la gracia haciéndola pronunciar aquellas palabras desde su corazón femenino: "ésta es la verdad".

La fenomenóloga brillante quiere rendirse a la gracia, pero atraviesa crisis profundas. Crisis a las que su voluntad se resiste. Edith estudia incansablemente "los fenómenos" que se van sucediendo en su alma, se apasiona por "explicar" qué es lo que pasa sin lograrlo. Esto la lleva a tener un cansancio crónico pero que finalmente le muestra lo que es el poder de la gracia de Dios en el alma.

Ella misma escribe: "hay un estado de sosiego en Dios, de total relajación de toda actividad espiritual, en el que no se hacen planes ningunos, no se toman decisiones de ninguna clase y, sobre todo, no se actúa, sino que todo el porvenir se deja a la voluntad de Dios, se abandona uno totalmente al "destino". Edith ha descubierto la verdad y se entrega: Seré Católica.

Unos pocos meses más tarde, sin más, Edith entra en una Iglesia Católica, y después de la Santa Misa, busca al sacerdote en la sacristía y le comunica su deseo de ser bautizada. Ante el asombro del Padre y cuestionamiento de su preparación para recibir el sacramento y de ser iniciada en la Fe Católica, Edith responde simplemente: ‘Haga la prueba.”

El día 1 de enero de 1922, Edith es bautizada Católica. Añade a su nombre el de Hedwig, en honor a su amiga quien fue instrumento en su conversión. Su bautismo es fuente de inmensas gracias. Ella reconoce, admirablemente, que su inserción en el Cuerpo Místico de Cristo como Católica, lejos de robarle su identidad como Judía, más bien le da cumplimiento y un sentido más profundo. Al ser Católica se siente mas Judía; encuentra en Jesucristo el sentido de toda su fe y vida como Judía. Este doble aspecto, crea en Edith un corazón auténticamente reconciliador entre las dos religiones.

Después de su bautismo emergió en ella, como fruto directo, la seguridad de su vocación a la vida religiosa. Ella misma escribía a su hermana Rosa en una ocasión: "Un cuerpo, pero mucho miembros. Un Espíritu, pero muchos dones. ¿Cuál es el lugar de cada uno? Ésta es la pregunta vocacional. La misma no puede ser contestada sólo en base de auto-examen y de un análisis de los posibles caminos. La solución debe ser pedida en la oración y en muchos casos debe ser buscada a través de la obediencia".

Es difícil a una mujer tan acostumbrada a la vida independiente y con la tenacidad de su carácter someterse a la obediencia. Pero en efecto, lo hizo.

Vida Apostólica
Edith deseaba entrar casi inmediatamente a la vida religiosa, pero el Padre que en ese momento la aconsejaba espiritualmente, reconociendo los dones extraordinarios que ella poseía, la disuade, considerando que aún tenía mucho bien que hacer por medio de sus actividades “en el mundo”. Así, Edith empieza un periodo de apostolado fecundo y de un alcance impresionante.

Empieza a trabajar como maestra en la escuela de formación de maestras de las dominicas de Santa Magdalena. Aquí establece amistosas relaciones con varias profesoras y alumnas, amistades que durarán toda su vida.

Además de sus clases, escribe, traduce, e imparte conferencias. Durante estos años realizó, además de otros trabajos menores, dos obras voluminosas: La traducción al alemán de las cartas y diarios del Cardenal Newman, y la traducción, en dos tomos, de las Cuestiones sobre la verdad de Santo Tomás de Aquino. Este se convertirá en base fundamental para sus obras filosóficas, escritas luego en el Carmelo.

También durante esta época, da varias conferencias y programas radiales dentro y fuera de Alemania, siendo reconocida notablemente por sus colegas.

Aún en medio de tanta actividad apostólica, Edith busca siempre que puede, sobre todo en Semana Santa, la soledad y la paz de la abadía benedictina de Beuron. Su amor a la Liturgia de la Iglesia la lleva a pasar horas en la capilla y a celebrar las diferentes horas de oración junto con los benedictinos. Cuando más tarde debe escoger un nombre religioso, decide agregarse el nombre de Benedicta, en reconocimiento de las muchas gracias que recibió durante sus horas con la orden benedictina.

En 1933, las situaciones políticas en Alemania van empeorando. El 1 de abril de 1933, el nuevo Gobierno nazi ordena a los profesores no-arios que abandonen “de forma espontánea”, sus profesiones. Aunque teme por la situación cada vez más precaria para los judíos, Edith y su director espiritual reconocen que, por esta eventualidad, no hay nada que ya le impida su entrada al Carmelo, lo cual ha sido su sueño mas constante durante los últimos 11 años. Y así, en el momento más fecundo de su profesión, Edith decide escuchar y acceder a la voz de su corazón, abrazando la vida religiosa. La famosa y brillante conferencista católica renuncia al mundo y voluntariamente pasa a ser parte del anonimato por tanto tiempo anhelado.

"¡Una verdadera locura!" ¿Cómo a alguien se le ocurre renunciar a la fama y al éxito de esa manera especialmente después de tanta lucha? Ella, que hubiera sido nombrada "Filósofa del siglo XX" si no se hubiese retirado... Pero Stein desapareció de la vida pública y la Orden del Carmelo abrió sus puertas a una de las grandes pensadoras de nuestra época.

Su Familia
En este momento, sería oportuno destacar lo que significa todo esto para la familia de Edith y sobre todo para su mamá. Más que su profesión, y más que su trabajo a favor de la mujer y sus derechos, fue la incomprensión de su mamá, lo que le causó un verdadero martirio interior a la santa. Para su madre, los actos de Edith constituían una traición familiar que no aceptaría jamás. Su madre, que nunca había comprendido su conversión al catolicismo, sufre un duro golpe con la nueva decisión de su hija más querida de entrar en la vida religiosa, y se niega a escuchar sus explicaciones. Edith abraza este profundo sufrimiento que traspasó su corazón, por seguir la voluntad de Dios, costara lo que costara.

Entrada al Convento de Colonia
El 15 de abril de 1934, toma el hábito carmelitano y cambia su nombre a Teresa Benedicta de la Cruz. Son muchos quienes traducen su nombre como Teresa “bendecida por la cruz”. Ella no ha tomado su nombre a la ligera; ha entendido bien que abrazar la vida religiosa no tiene otro fin que la entrega generosa del alma en la cruz, en unión con el Crucificado, para el bien de las almas.

Ella escribe: “Mira hacia el Crucificado. Si estás unida a él, como una novia en el fiel cumplimiento de tus santos votos, es tu sangre y Su sangre preciosa las que se derraman. Unida a él, eres como el omnipresente. Con la fuerza de la Cruz, puede estar en todos los lugares de aflicción.”

Y también: “Hay una vocación a sufrir con Cristo y por lo tanto a colaborar en su obra de redención. Si estamos unidos al Señor, entonces somos miembros del Cuerpo Místico de Cristo. Todo sufrimiento llevado en unión con el Señor es un sufrimiento que da fruto porque forma parte de la gran obra de redención.”

El 21 de abril de 1935, acabado el año de noviciado, hace su primera profesión religiosa y el 21 de abril de 1938, su profesión solemne.

Es durante estos años que concluyó una de las más admirables y profundas de sus obras, no ya para brillar, sino para obedecer. Se trata de la gran obra titulada: Ser Finito y Eterno. En esta obra, Edith trata las preguntas mas existenciales del hombre; reconoce la sed infinita que posee el hombre de conocer la verdad y de experimentar su fruto, entendido desde la realidad de lo eterno y lo trascendental. Y así busca unir las dos fuentes que conducen al hombre al conocimiento de si mismo y de la verdad: la fe y la filosofía.

Una vez mas, la situación de los judíos y de los que los acogen o apoyan empeora. Y ante la hostilidad creciente, sobre todo después de la famosa noche de los “Cristales Rotos” (entre el 9 y 10 de noviembre de 1938), Edith pide trasladarse del Carmelo de Colonia para evitar peligros a la comunidad. Es trasladada, --junto con su hermana Rosa, quien, después de la muerte de la mamá, se había convertido al Catolicismo como Edith y era una hermana lega de la comunidad- al Convento Carmelita de Holanda.

Es aquí donde Edith empieza a escribir, en 1941, su última y más ilustre obra: La Ciencia de la Cruz. Hecha por obediencia a sus superiores, más que una obra intelectual, es el fruto de su propio camino interior de inmolación y victimazgo en imitación al Cordero Inmolado. Teresa Benedicta de la Cruz ha deseado con todo su ser, dar respuesta a la vocación de la entrega total, hasta la Cruz. Entrega su propia vida a favor de los pecadores, y por la liberación de su pueblo, de la situación tan horrenda que viven bajo los nazis. El estar detrás de las puertas del Carmelo no ha acallado las voces del sufrimiento de su pueblo, ni del horror de la guerra. La Hermana Teresa está profundamente preocupada por la situación del pueblo judío en general, y ve en su entrega sacrificial la oportunidad de responder. Este deseo creciente del ofrecimiento de sí misma como víctima por su pueblo, por la conversión de Alemania y por la paz en el mundo, se hace cada vez más vivo. Su modo de apostolado se había transformado en el apostolado del sufrimiento.

Ella escribe: “Yo hablaba (en una ocasión) con el Salvador y le decía que sabía que era su Cruz la que ahora había sido puesta sobre el pueblo judío. La mayoría no lo comprendían; mas aquellos que lo sabían, deberían echarla de buena gana sobre sí en nombre de todos. Al terminar el retiro, tenía la más firme persuasión de que había sido oída por el Señor. Pero dónde había de llevarme la Cruz, aún era desconocido para mí.”

El pueblo sufría y la Hermana Teresa, por amor, desea sufrir con él. “El amor desea estar con el amado.” Decidida en su vocación a la Cruz a favor de su pueblo y de los pecadores, la Hermana Teresa hace una petición por escrito a su Priora, pidiendo permiso para ofrecerse como víctima:

“Querida Madre, permítame Vuestra Reverencia, el ofrecerme en holocausto al Corazón de Jesús para pedir la verdadera paz: que la potencia del Anticristo desaparezca sin necesidad de una nueva guerra mundial y que pueda ser instaurado un orden nuevo. Yo quiero hacerlo hoy porque ya es medianoche. Sé que no soy nada, pero Jesús lo quiere, y Él llamará aún a muchos más en estos días.”

Como Católica, la Hermana Teresa, vive su realidad judía en plenitud. Es llamada a responder como respondió la Reina Ester a favor de su pueblo. Su función consiste en interceder con toda el alma y con una disposición total para conseguir lo que pide, incluso contando con la posible pérdida de la vida. Pero lo hace en total unión con el ofrecimiento del Divino Mesías. Quiere colaborar en lo que falta a la Pasión de Cristo.

Ella escribe: “Y es por eso que el Señor ha tomado mi vida por todos. Tengo que pensar continuamente en la Reina Ester que fue arrancada de su pueblo para interceder ante el rey por su pueblo. Yo soy una pobre e impotente pequeña Ester, pero el rey que me ha escogido es infinitamente grande y misericordioso. Esto es un gran consuelo.”

En 1942 empiezan las deportaciones de judíos. Luteranos, calvinistas y católicos acuerdan leer el mismo día un texto conjunto de protesta en sus servicios religiosos. La Gestapo amenaza a todas las autoridades cristianas de Holanda con extender la orden de deportación a los judíos conversos a sus credos. Los calvinistas y los luteranos dan marcha atrás, pero Pío XII se mantiene firme. El texto de condena se lee en todas las iglesias católicas de Holanda. La venganza se cumple unos días mas tarde. Las SS invaden el convento del Carmelo de Echt y se llevan a dos monjas judías conversas: Edith y Rosa Stein.

No era la primera vez que la Iglesia protestaba y sufría. Ya el día de la Pascua de 1939, la encíclica de Pío XI condenando duramente el nazismo, se había leído desde todos los púlpitos de Alemania. Muchos sacerdotes y católicos comprometidos habían sufrido graves consecuencias.
Esta condenaba ocurrió antes que Francia e Inglaterra se decidieran contra Hitler.

Esta vez las fuerzas Nazi de Ocupación, en retaliación por las declaraciones de los obispos católicos de Holanda en contra de las deportaciones de los judíos, declaran a todos los católicos-judíos “apartidas”. A la vista de los graves peligros que corren en Holanda, la comunidad del Carmelo comienza los trámites para que Edith y Rosa puedan emigrar a Suiza, pero los intentos no dan resultado. El 2 de agosto del año 1942, miembros de la SS se presentan en el convento y apresan a la Hermana Teresa Benedicta de la Cruz y a su hermana Rosa para conducirlas al campo de concentración de Auschwitz. Al salir del convento, la Hermana Teresa cogió tranquilamente a su hermana de la mano y le dijo: “¡Ven, hagámoslo por nuestro pueblo!” Estas palabras eran eco de unas que había escrito mucho antes pero con la misma dedicación y determinación:

“Yo sólo deseo que la muerte me encuentre en un lugar apartado, lejos de todo trato con los hombres, sin hermanos de hábito a quienes dirigir; sin alegrías que me consuelen, y atormentada de toda clase de penas y dolores. He querido que Dios me pruebe como a sierva, después de que Él ha probado en el trabajo la tenacidad de mi carácter; he querido que me visite en la enfermedad, como me ha tentado en la salud y la fuerza; he querido que me tentase en el oprobio, como lo ha hecho con el buen nombre que he tenido ante mis enemigos. Dígnate, Señor, coronar con el martirio la cabeza de tu indigna sierva.”

En la Cima de la Cruz
Al ser tomadas del Convento de Holanda, primero son trasladadas la Hermana Teresa y Rosa, al campo de concentración de Mersforrt. A empujones y golpes de culata las metieron en barracones llenos de suciedad. Tenían que dormir sobre somieres de hierro sin colchón; a los servicios tenían que ir en grupo y las vigilaban mientras los utilizaban. Los hombres del SS se divertían colocando a las monjas contra la pared y apuntando hacia ellas los fusiles sin el seguro. En aquella horrible situación, una gran paz emanaba de Edith Stein.

En la noche del 4 de agosto, obligaron de nuevo a los prisioneros a subir a los medios de transporte, llevándoles hacia el norte del país. Durante este traslado, eran muchos los que morían por las asfixia y otros se volvían locos por la desesperación. La caravana se detuvo en un lugar descampado, y entre bosques y prados, obligaron a las 1200 personas que llevaban a ir hacia el campo de Westerbork.

Durante toda esta trayectoria horrenda, los prisioneros quedaban admirados ante la serenidad de Edith. Algunos de los sobreviventes dan testimonio de la paz interior de la santa:

“Las lamentaciones en el campamento, y el nerviosismo en los recién llegados, eran indescriptibles. Edith Stein iba de una parte a otra, entre las mujeres, consolando, ayudando, tranquilizando como un ángel. Muchas madres, a punto de enloquecer, no se habían ocupado de sus hijos durantes días. Edith se ocupaba inmediatamente de los pequeños, los lavaba, peinaba y les buscaba alimento.”

Otro dice:

“Había una monja que me llamó inmediatamente la atención y a la que jamás he podido olvidar, a pesar de los muchos episodios repugnantes de los que fui testigo allí. Aquella mujer, con una sonrisa que no era una simple máscara, iluminaba y daba calor. Yo tuve la certeza de que me hallaba ante una persona verdaderamente grande. En una conversación dijo ella: “El mundo está hecho de contradicciones; en último término nada quedará de estas contradicciones. Sólo el gran amor permanecerá. ¿Cómo podría ser de otra manera?”

Y finalmente otro:

“Tengo la impresión de que ella pensaba en el sufrimiento que preveía, no en su propio sufrimiento, --por eso estaba bastante tranquila, demasiado tranquila, diría yo--, sino en el sufrimiento que aguardaba a los demás. Cuando yo quiero imaginármela mentalmente sentada en el barracón, todo su porte externo despierta en mí la idea de una Pietá sin Cristo.”

Después de varios tormentos y humillaciones indescriptibles, el 7 de agosto, apenas salido el sol, Edith y su hermana, junto con unos mil judíos, son trasladados una vez más. Su destino es Auschwitz. Llegan al campo de concentración el mismo 9 de agosto y los prisioneros son conducidos inmediatamente a la cámara de gas. Es ahí donde Edith encuentra la culminación de su ofrecimiento como Esposa de Cristo. Muere como mártir, ofreciéndose como holocausto para la salvación de las almas, por la liberación de su pueblo y por la conversión de Alemania. Con la oración de un Padrenuestro en los labios, Edith da el sentido mas pleno a su vida, entregándose por todos, por amor...

Sin duda podemos declarar que la vida de Teresa fue bendecida por la Cruz. Con su vida, la Hermana Teresa repite las palabras de su gran madre espiritual, Sta Teresa de Ávila: “No me arrepiento de haberme entregado al Amor.”

Edith Stein fue canonizada como mártir en 1998 por el Papa Juan Pablo II, quien le dio el titulo de “mártir de amor”. En octubre de 1999, fue declarada co-patrona de Europa.

Su último testamento:
El telegrama que Edith había enviado a la Priora de Echt antes de ser llevada a Auschwitz, contenía esta declaración: "No se puede adquirir la ciencia de la Cruz más que sufriendo verdaderamente el peso de la cruz. Desde el primer instante he tenido la convicción íntima de ello y me he dicho desde el fondo de mi corazón: Salve, OH Cruz, mi única esperanza".

Sta. Teresa Benedicta de la Cruz... Ruega por nosotros!

De los escritos espirituales de Santa Teresa Benedicta de la Cruz
(Edith Stein Weke, II. Band, Verborgenes Leben ‘Vida Escondida’ Freiburg-Basel-Wien 1987, S. 124-126)

Ave Crux, spes unica
“Te saludamos, Cruz santa, única esperanza nuestra” Así lo decimos en la Iglesia en el tiempo de Pasión, tiempo dedicado a la contemplación de los amargos sufrimientos de Nuestro Señor Jesucristo.

El mundo está en llamas: la lucha entre Cristo y el Anticristo ha comenzado abiertamente, por eso si te decides en favor de Cristo, ello puede acarrearte incluso el sacrificio de la vida.

Contempla al Señor que ante ti cuelga del madero, porque ha sido obediente hasta la muerte de Cruz.

Él vino al mundo no para hacer su voluntad, sino la del Padre. Si quieres ser la esposa del Crucificado debes renunciar totalmente a tu voluntad y no tener más aspiración que la de cumplir la voluntad de Dios.

Frente a ti el Redentor pende de la Cruz despojado y desnudo, porque ha escogido la pobreza. Quienquiera seguirlo debe renunciar a toda posesión terrena.

Ponte delante del Señor que cuelga de la Cruz, con corazón quebrantado; Él ha vertido la sangre de su corazón con el fin de ganar el tuyo. Para poder imitarle en la santa castidad, tu corazón ha de vivir libre de toda aspiración terrena; Jesús crucificado debe ser el objeto de toda tu tendencia, de todo tu deseo, de todo tu pensamiento.

El mundo está en llamas: el incendio podría también propagarse a nuestra casa, pero por encima de todas las llamas se alza la cruz, incombustible. La cruz es el camino que conduce de la tierra al cielo.

Quien se abraza a ella con fe, amor y esperanza se siente transportado a lo alto, hasta el seno de la Trinidad.

El mundo está en llamas: ¿Deseas apagarlas? Contempla la cruz: del Corazón abierto brota la sangre del Redentor, sangre capaz de extinguir las mismas llamas del infierno. Mediante la fiel observancia de los votos, mantén tu corazón libre y abierto; entonces rebosarán sobre él los torrentes del amor divino, haciéndolo desbordar fecundamente hasta los confines de la tierra.

Gracias al poder de la cruz puedes estar presente en todos los lugares del dolor a donde te lleve tu caridad compasiva, una caridad que dimana del Corazón Divino, y que te hace capaz de derramar en todas partes su preciosísima sangre para mitigar, salvar y redimir.

El Crucificado clava en ti los ojos interrogándote, interpelándote. ¿Quieres volver a pactar en serio con Él la alianza? Tú sólo tienes palabras de vida eterna. ¡Salve, Cruz, única esperanza!


RESPONSORIO 1Co 1, 24b
R. Nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; * Pero para los llamados, judíos o griegos, un Mesías que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios.

V. El deseo de mi corazón y mi plegaria pidiendo su salvación suban hasta el Señor. * Pero para los llamados.



de: www.corazones.org












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DEL CLAUSTRO DEL MONTE TABOR






Lectura del santo evangelio según san Mateo 17, 1-9
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta.
Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.
Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él.
Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús:
-«Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía:
-«Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.»
Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto.
Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo:
-«Levantaos, no temáis.»
Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:
-«No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»



En esta sociedad tan acostumbrada a recibir los beneficios de lo invertido inmediatamente. Parece ser que además de la caída de las vocaciones religiosas, por decirlo de alguna manera "normales". Sufren, de manera notable, las vocaciones monásticas o contemplativas.

No tiene sentido en esta vida el estar "perdiendo el tiempo" en una clausura.

Diréis que tiene esto que ver con la festividad de la Transfiguración del Señor. La respuesta es: TODO. Para el que aspira a Amara Dios lo que no tiene sentido es la impaciencia. Uno no alcanza la santidad sino que se otorgada de manera especial. ES UN REGALO AL ALCANCE DE TODOS.

En que consiste eso de la "santidad". La respuesta es contundente y la da el propio Jesucristo: "... Mirad que ya no os llamo siervos, sino hermanos..." Y la amistad es una forma de hermandad afectiva que se basa en el conocimiento y el encuentro con el Amigo.

De la misma forma que Jesucristo revela su Naturaleza Divina en el monte Tabor a Pedro, a Santiago, a Juan. Discípulos por el queridos. Lo hace de sobremanera en ocasiones a personas muy especiales. Dios se muestra tal y como es. Y lo hace por amor, por amistad. En obsequio de ese tiempo invertido en conocerle, en hablar con El, en molestarse en escucharle.

De modo que la clausura no es un fin en si mismo, sino un medio para llegar a CONTEMPLAR a Dios.

Resulta dura pues de lo contrario aquello que pretende ser una actividad única, el dialogo diario con el Señor. Se podría convertir en una vida cómoda, rutinaria. Y Dios no quiere eso.. Dios quiere el ejercicio del alma. Requiere esa caminata hasta lo alto del monte Tabor.

Este pasaje del Evangelio de San Mateo me recuerda a las narraciones de los momentos vividos por el pueblo de Israel en el desierto.

Aquella nube que descendía sobre el tabernáculo requiriendo la presencia de Moisés. Ese pueblo liberado que en esos momentos cae de bruces horrorizados ante el poder de su Libertador.

Cabe destacar la expresión de Pedro en esos momentos: "... Señor: porqué no montamos tres tiendas...". "...Que a gusto se está aquí..."
Es la vuelta al paraíso perdido, volver a ver el rostro de Dios como en el jardín del Edén.

La felicidad absoluta solo se encuentra presencia de Dios. Pues Dios complementa aquello que no falta como hombres. El Padre que asesora al Hijo.

El final todo el mundo lo sabemos: "...NO TENGÁIS MIEDO..."

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SANTOS NIÑOS JUSTO Y PASTOR PATRONOS DE ALCALÁ DE HENARES





6 de agosto



SANTOS JUSTO Y PASTOR

(† 304)

Los santos niños Justo y Pastor

murieron en la llamada "Gran

persecución", la del emperador

Diocleciano, en la que fueron

inmoladas víctimas en mayor

número que en todas las

anteriores y en la que, además,

se empleó la tortura con más

refinamiento y crueldad que

nunca.

Hasta tal punto fue sangrienta

esta persecución, la última de

todas, que la más antigua manera

cristiana de computar el tiempo

partía del año primero del

reinado de Diocleciano, y este

cómputo se llamaba "Era de los

mártires".

Fue Diocleciano un gran

estadista. La historia más

moderna nos lo presenta, además,

como un espíritu prócer, lleno

de veneración por la majestad de

Roma. No era ambicioso ni cruel.

Y, como por entonces ya los

bárbaros amenazaban las

fronteras del Imperio,

comprendió que él solo no podía

acudir a todos los puntos donde

sus enemigos, exteriores e

interiores, le presentaran

batalla. Resolvió, pues,

compartir el gobierno de su

inmenso Imperio con hombres de

su confianza. Quedaba así

fundada la "tetrarquía".

Lo más seguro es que, de haber

seguido Diocleciano sólo al

frente del Imperio, nunca

hubiera perseguido al

cristianismo. El era tolerante y

demasiado inteligente para

comprender que los perseguidores

que le habían precedido habían

fracasado en su empeño y que el

mayor bien para su Imperio,

desde todos los puntos de vista,

incluido el político, era la paz

y la unión de los espíritus.

Pero tuvo a su lado un mal

consejero que le indujo a la

persecución: su yerno Galerio,

que odiaba cordialmente al

cristianismo. Al dejarse influir

por éste, Diocleciano echó sobre

sí la más negra mancha, de la

que jamás la historia podrá

exculparle.

Hacía cuarenta años que la

Iglesia no era perseguida. El

número de cristianos había

crecido en medio de la paz, y

con el favor de los emperadores

se habían construido templos en

las principales ciudades. Mas

con la bonanza languidecía

también el espíritu de los

fieles; en la religión del amor

empezaron las discordias, las

envidias, la murmuración, y la

mentira penetró en los

seguidores de la Verdad.

Entonces sobrevino el castigo.

Galerio empezó a perseguir a los

cristianos que militaban en su

ejército. Maximiano Hércules

imitó la conducta de aquél.

Corría el año 301 de la Era

cristiana.

Dos años más tarde, Galerio

arrancó al fin a Diocleciano el

edicto primero de persecución

general. Todavía no era

sangriento. Se mandaba destruir

las iglesias cristianas y

arrojar al fuego los libros

sagrados. Los nobles que no

apostataran de su fe serían

notados de infamia; los

plebeyos, privados de su

libertad. Dos edictos

posteriores iban dirigidos

contra los jerarcas de la

Iglesia, en términos

conminatorios, ya sangrientos.

La persecución fue encarnizada

desde el año 304, en que

Diocleciano promulgó su último

edicto. Los que se negaran a

sacrificar serían gravísimamente

torturados. Así lo afirma

Eusebio de Cesarea,

contemporáneo de los hechos e

historiador de los mismos. Y

añade: "Apenas ya puede contarse

el número de los que en las

distintas provincias del Imperio

padecieron el martirio".

Las descripciones que de las

torturas nos hace Eusebio

horripilan, ciertamente; pero,

por desgracia, son conformes con

la realidad de los hechos.

En España representaba a

Maximiano Hércules como

procónsul o gobernador Daciano,

que ha pasado a la historia como

un tirano de los más siniestros

y crueles; tal como lo describió

nuestro gran poeta cristiano

Aurelio Prudencio, en su poema

Peristephanon, en que le hace

responsable de todos aquellos

horrores.

Dentro de este marco

histórico, pues, sucedió el

martirio de los dos pequeños

héroes madrileños, Santos Justo

y Pastor.

No es posible dudar de su

historicidad. Prudencio les

dedica una estrofa de su poema,

que nosotros así traducimos:

"Siempre será una gloria para

Alcalá el llevar en su regazo la

sangre de Justo con la de

Pastor, dos sepulcros iguales

donde se contiene el don de

ambos: sus preciosos miembros."

Los nombres de los mártires

que figuran en el poema de

Prudencio pertenecen todos a la

historia. En los calendarios

primitivos de la España

cristiana, que son los

mozárabes, aparecen también

Justo y Pastor. Y el testimonio

de los calendarios es

irrecusable, pues en ellos se

registraban las fiestas y

conmemoraciones litúrgicas que

tradicionalmente venían

celebrándose. Lo que no hubiera

sido posible de no existir el

hecho de un sepulcro de mártir,

que no puede falsificarse.

¿Desde cuándo se celebraría

esta fiesta? Ya vemos que

Prudencio habla de los sepulcros

de Justo y Pastor. Por tanto, ya

existían cuando él escribió.

Prudencio murió hacia el año 405

de nuestra Era. Aparte de esto,

existe el testimonio de San

Paulino, que afirma haber

enterrado el año 392 a un hijito

suyo, muerto de ocho días, junto

a los mártires de Alcalá.

De modo que, desde fines del

siglo IV, unos ochenta años

después del martirio, empezaría

oficialmente en la Iglesia

española el culto en honor de

estos heroicos niños.

Ello no puede extrañarnos.

Hubo millares y millares de

mártires en los tres primeros

siglos del cristianismo. Pero no

todos, ni mucho menos, quedaron

registrados en los calendarios

de la Iglesia. Sólo conocemos

los nombres de una exigua

minoría. Y la razón es muy

sencilla. Hubo mártires insignes

por las circunstancias de su

martirio, o por la edad en que

dieron su vida, demasiado

avanzada o demasiado tierna, o

por el ascendiente que gozaban

entre los cristianos antes de su

muerte. Estos mártires dejaron

una huella más honda en aquella

generación, y sus nombres se

perpetuaron en la liturgia de la

Iglesia.

Algo de esto debió ocurrir en

el caso de estos santos niños.

Dieron su vida espontáneamente y

la dieron en edad muy tierna.

Eran unos párvulos, y por ello

causaron honda impresión en los

hombres de su tiempo. El

fenómeno pues, tiene fácil

explicación.

Sin embargo, las actas de su

martirio no son auténticas, es

decir, fueron escritas en época

muy posterior y por un escritor

muy lejano de los hechos. Este,

pues, recogería las pocas

noticias transmitidas por la

tradición oral y las elaboraría

a su talante, aunque con

indiscutible acierto desde el

punto de vista estético y

religioso. Fácilmente obtendría

la finalidad que él se proponía

de edificar y deleitar a sus

lectores que, en época visigoda

en que fueron escritas las

actas, serían muchos y muy

ávidos de una tal literatura.

Nosotros hoy sólo podemos

admitir como histórico de estas

actas un pequeño núcleo, lo

substancial de ellas: Justo y

Pastor, tiernos escolares,

enardecidos por el ejemplo de

tantos hermanos que confesaron

su fe con la muerte, un día, al

salir de la escuela, arrojaron

sus cartillas y se presentaron

ante Daciano a confesarse

discípulos de Jesucristo, y el

procónsul los mandó degollar.

Todo lo demás es literatura

edificante del hagiógrafo, y no

puede concederse mayor autoridad

a estas actas. Es verdad que

tampoco es necesario. De suyo,

los breves datos que admitimos

como históricos son tan sublimes

que bastan para nuestra

edificación.

Un himno de la liturgia dice:

"Justo apenas contaba siete

años; Pastor había cumplido los

nueve”. Es muy probable que así

fuera.

Por lo demás, el diálogo que

de los dos hermanos nos

transmiten las actas,

reproducido luego por San

Ildefonso de Toledo (muerto en

el año 667) en su apéndice a la

obra Varones ilustres, de San

Isidoro, es tan bello que no nos

resistimos a transcribirlo.

"Mientras eran conducidos al

lugar del suplicio mutuamente se

estimulaban los dos corderitos.

Porque Justo, el más pequeño,

temeroso de que su hermano

desfalleciera, le hablaba así:

"No tengas miedo, hermanito, de

la muerte del cuerpo y de los

tormentos; recibe tranquilo el

golpe de la espada. Que aquel

Dios que se ha dignado llamarnos

a una gracia tan grande nos dará

fuerzas proporcionadas a los

dolores que nos esperan". Y

Pastor le contestaba: "Dices

bien, hermano mío. Con gusto te

haré compañía en el martirio

para alcanzar contigo la gloria

de este combate".

La tradición de Alcalá ha

transmitido la noticia de que

los mártires fueron ejecutados

fuera de la ciudad, cosa muy

verosímil, pues lo natural es

que el tirano tuviera miedo de

las iras del pueblo y procurara

que su crimen pasara

inadvertido.

En la santa iglesia magistral

de Alcalá de Henares se conserva

y se expone a la veneración una

piedra que en uno de sus lados

tiene una cavidad que la piedad

popular quiere que sea la señal

de la rodilla de los santos

niños. Al arrodillarse sobre la

piedra para ser decapitados se

habría impreso sobre ella la

forma de la choquezuela o

rodilla de los pequeños

mártires. El hecho es que esta

piedra existe desde tiempo

inmemorial. La veneración que

los fieles la tributan redunda,

en todo caso, a gloria de los

dos bienaventurados.

El hallazgo de los cuerpos lo

atribuye San Ildefonso al obispo

Asturio de Toledo, quien,

iluminado por Dios. habría dado

con el lugar de su sepultura.

Es interesante también la

noticia que da San Ildefonso de

que Asturio edificó la primera

basílica en honor de los

mártires, y que de tal modo se

le entrañó a este obispo

toledano el culto de los santos

niños, que desde entonces no

volvió más a su diócesis de

Toledo, sino que permaneció en

Alcalá, junto al sepulcro, allí

quiso morir y ser enterrado. Con

ello consiguió que el antiguo

Complutum y actual Alcalá de

Henares se erigiera en diócesis,

de la que Asturio habría sido

primer obispo.

A este obispo, venerado por

santo, se le atribuye la misa y

el oficio de los dos niños

mártires. Al cual oficio y misa

pertenece esta bellísima

oración: "Verdaderamente santo,

verdaderamente bendito Nuestro

Señor Jesucristo, tu Hijo, que

robusteció la infancia de sus

pequeños Justo y Pastor para

que, a pesar de su tierna edad,

pudiesen soportar los tormentos

del perseguidor, y que en ellos

se dignó hablar por el don de la

gracia, cuando ambos se

estimulaban mutuamente para el

martirio, quienes habían de

alcanzarlo, no por la fortaleza

de su cuerpo, sino de su

espíritu... Te pedimos que

merezcamos vivir con la

inocencia de aquellos cuya

fiesta solemne celebramos hoy.

Por Cristo, Señor y Redentor

eterno".




JUAN MANUEL ABALOS.















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