REINA DEL MONTE CARMELO

viernes, 19 de octubre de 2012

Año de la fe

https://docs.google.com/file/d/0B3tLZqUVyg-6R0FqSzRyMWxXS2s/edit

domingo, 26 de agosto de 2012

TRANSVERBERACIÓN DEL CORAZÓN DE TERESA DE JESÚS " Quiso el Señor que viese aquí algunas veces esta visión: veía un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo, en forma corporal, lo que no suelo ver sino por maravilla; aunque muchas veces se me representan ángeles, es sin verlos, sino como la visión pasada que dije primero. En esta visión quiso el Señor le viese así: no era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos que parecen todos se abrasan. Deben ser los que llaman querubines, que los nombres no me los dicen; mas bien veo que en el cielo hay tanta diferencia de unos ángeles a otros y de otros a otros, que no lo sabría decir. Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento" Libro de la Vida 29, 13

viernes, 25 de mayo de 2012

miércoles, 16 de mayo de 2012

viernes, 11 de mayo de 2012

16 de mayo SAN SIMON STOCK

INFORMACIÓN EXTRAIDA DE WIKIPEDIA María le entrega el escapulario a San Simón Stock Nacimiento 1165 Fallecimiento 16 de mayo 1265 Venerado en Iglesia Católica Romana Festividad 16 de mayo San Simón Stock fue un religioso inglés de la Orden del Carmelo, a quien según la tradición, le fue dado el escapulario por la Virgen del Carmen. Todo lo que se sabe es que en 1247 fue elegido como el sexto general de los carmelitas, como sucesor de Alan, en el capítulo llevado a cabo en Aylesford, Kent, Inglaterra. Desde 1951 el cráneo de san Simón se ha preservado como reliquia en el monasterio carmelita en Aylesford, la aldea en donde se cree nació. Biografía San Simón Stock es uno de los personajes centrales de la historia de la Orden del Carmen. A él se debe el cambio estructural de la Orden abandonando el eremitismo originario y entrando a formar parte de las órdenes mendicantes o de apostolado. La tradición nos ha legado que él recibió de manos de María el santo escapulario del Carmen, tan difundido desde el siglo XVI entre el pueblo cristiano. La primera noticia que tenemos de san Simón Stock es del dominico Gerardo de Frascheto, contemporáneo del santo (+1271). No es claro si el "hermano Simón, prior de la misma Orden (carmelitana), varón religioso y veraz" al que se refiere sea san Simón Stock. La segunda referencia en orden cronológico es un antiguo Catálogo de Santos de la Orden, del cual se conservan tres redacciones del siglo XIV. La más breve y, por lo mismo, más antigua, dice de él: "El noveno fue san Simón de Inglaterra, sexto General de la Orden, el cual suplicaba todos los días a la gloriosísima Madre de Dios que diera alguna muestra de su protección a la Orden de los Carmelitas, que gozaban del singular título de la Virgen, diciendo con todo el fervor de su alma estas palabras: 'Flor del Carmelo...'. Otra redacción más extensa de este Santoral añade nuevos e interesantes datos sobre él: Así, su apellido, Stock, parece se deba a que vivía en el tronco de un árbol; su ingreso entre los carmelitas recién llegados a Inglaterra procedentes del Monte Carmelo; su elección como Prior General y la aprobación de la Orden por el papa Inocencio IV; su don celestial de obrar señalados milagros. Fue autor de varias composiciones, entre ellas los himnos marianos Flos Carmeli y el Ave Stella Matutina. Parece que mientras visitaba la Provincia de Vasconia, murió en Burdeos, el 16-5-1265, casi centenario de edad. Se le tributa culto desde 1435. Su fiesta se celebra el 16 de mayo. El escapulario Sin duda alguna, el hecho más recordado de la vida de este santo tiene que ver con la aparición de la Virgen a la que se atribuye la institución del escapulario del Carmen, que tendría a partir de entonces una extraordinaria difusión en el mundo católico. Según la tradición piadosa, la Virgen María se apareció a Simón en Cambridge, Inglaterra, el domingo, 16 de julio de 1251, como respuesta a sus súplicas de auxilio a su oprimida Orden. La Virgen se presentó portando un escapulario en la mano y dándoselo le dijo: "Toma, hijo querido, este escapulario; será como la divisa de mi confraternidad, y para ti y todos los carmelitas, un signo especial de gracia; quienquiera que muera portándolo, no sufrirá el fuego eterno. Es la muestra de la salvación, una salvaguardia en peligros, un compromiso de paz y de concordia". Esta tradición carmelita, sin embargo, no aparece en una forma exacta y documentada por primera vez hasta 1642, cuando las palabras de la Virgen a Simón fueron escritas en una circular del propio Simón que se dice fue dictada a su secretario, compañero y confesor, Peter Swanyngton.
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domingo, 29 de abril de 2012

SAN JUAN DE DIOS DOCTOR DE LA IGLESIA


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domingo, 22 de abril de 2012


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martes, 17 de abril de 2012


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Al concluir, Señor un día más, me confío a Tí por entero: mis progresos y mis fallos, mis sentimientos y mis dudas, mis afectos y mi desconsuelo. Dame paciencia, Señor, a pesar de las preocupaciones que me asaltan, dame valor para cambiar en mi vida lo que debo cambiar; dame serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar. Te doy gracias, Señor, por cuanto hacen los demás para ayudarme. Te ruego que esta noche no te alejes de cuantos tienen miedo, o están solos. Acaricia a los que sufren; consuela al que está angustiado y deprimido; ayuda a quien vacila en su fe. Alivia los sufrimientos; infunde paz en las mentes y esperanza en los corazones.

domingo, 15 de abril de 2012


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domingo, 1 de abril de 2012

MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI PARA LA XXVII JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD 2012 «¡Alegraos siempre en el Señor!» (Flp 4,4) Queridos jóvenes: Me alegro de dirigirme de nuevo a vosotros con ocasión de la XXVII Jornada Mundial de la Juventud. El recuerdo del encuentro de Madrid el pasado mes de agosto sigue muy presente en mi corazón. Ha sido un momento extraordinario de gracia, durante el cual el Señor ha bendecido a los jóvenes allí presentes, venidos del mundo entero. Doy gracias a Dios por los muchos frutos que ha suscitado en aquellas jornadas y que en el futuro seguirán multiplicándose entre los jóvenes y las comunidades a las que pertenecen. Ahora nos estamos dirigiendo ya hacia la próxima cita en Río de Janeiro en el año 2013, que tendrá como tema «¡Id y haced discípulos a todos los pueblos!» (cf. Mt 28,19). Este año, el tema de la Jornada Mundial de la Juventud nos lo da la exhortación de la Carta del apóstol san Pablo a los Filipenses: «¡Alegraos siempre en el Señor!» (4,4). En efecto, la alegría es un elemento central de la experiencia cristiana. También experimentamos en cada Jornada Mundial de la Juventud una alegría intensa, la alegría de la comunión, la alegría de ser cristianos, la alegría de la fe. Esta es una de las características de estos encuentros. Vemos la fuerza atrayente que ella tiene: en un mundo marcado a menudo por la tristeza y la inquietud, la alegría es un testimonio importante de la belleza y fiabilidad de la fe cristiana. La Iglesia tiene la vocación de llevar la alegría al mundo, una alegría auténtica y duradera, aquella que los ángeles anunciaron a los pastores de Belén en la noche del nacimiento de Jesús (cf. Lc 2,10). Dios no sólo ha hablado, no sólo ha cumplido signos prodigiosos en la historia de la humanidad, sino que se ha hecho tan cercano que ha llegado a hacerse uno de nosotros, recorriendo las etapas de la vida entera del hombre. En el difícil contexto actual, muchos jóvenes en vuestro entorno tienen una inmensa necesidad de sentir que el mensaje cristiano es un mensaje de alegría y esperanza. Quisiera reflexionar ahora con vosotros sobre esta alegría, sobre los caminos para encontrarla, para que podáis vivirla cada vez con mayor profundidad y ser mensajeros de ella entre los que os rodean. 1. Nuestro corazón está hecho para la alegría La aspiración a la alegría está grabada en lo más íntimo del ser humano. Más allá de las satisfacciones inmediatas y pasajeras, nuestro corazón busca la alegría profunda, plena y perdurable, que pueda dar «sabor» a la existencia. Y esto vale sobre todo para vosotros, porque la juventud es un período de un continuo descubrimiento de la vida, del mundo, de los demás y de sí mismo. Es un tiempo de apertura hacia el futuro, donde se manifiestan los grandes deseos de felicidad, de amistad, del compartir y de verdad; donde uno es impulsado por ideales y se conciben proyectos. Cada día el Señor nos ofrece tantas alegrías sencillas: la alegría de vivir, la alegría ante la belleza de la naturaleza, la alegría de un trabajo bien hecho, la alegría del servicio, la alegría del amor sincero y puro. Y si miramos con atención, existen tantos motivos para la alegría: los hermosos momentos de la vida familiar, la amistad compartida, el descubrimiento de las propias capacidades personales y la consecución de buenos resultados, el aprecio que otros nos tienen, la posibilidad de expresarse y sentirse comprendidos, la sensación de ser útiles para el prójimo. Y, además, la adquisición de nuevos conocimientos mediante los estudios, el descubrimiento de nuevas dimensiones a través de viajes y encuentros, la posibilidad de hacer proyectos para el futuro. También pueden producir en nosotros una verdadera alegría la experiencia de leer una obra literaria, de admirar una obra maestra del arte, de escuchar e interpretar la música o ver una película. Pero cada día hay tantas dificultades con las que nos encontramos en nuestro corazón, tenemos tantas preocupaciones por el futuro, que nos podemos preguntar si la alegría plena y duradera a la cual aspiramos no es quizá una ilusión y una huída de la realidad. Hay muchos jóvenes que se preguntan: ¿es verdaderamente posible hoy en día la alegría plena? Esta búsqueda sigue varios caminos, algunos de los cuales se manifiestan como erróneos, o por lo menos peligrosos. Pero, ¿cómo podemos distinguir las alegrías verdaderamente duraderas de los placeres inmediatos y engañosos? ¿Cómo podemos encontrar en la vida la verdadera alegría, aquella que dura y no nos abandona ni en los momentos más difíciles? 2. Dios es la fuente de la verdadera alegría En realidad, todas las alegrías auténticas, ya sean las pequeñas del día a día o las grandes de la vida, tienen su origen en Dios, aunque no lo parezca a primera vista, porque Dios es comunión de amor eterno, es alegría infinita que no se encierra en sí misma, sino que se difunde en aquellos que Él ama y que le aman. Dios nos ha creado a su imagen por amor y para derramar sobre nosotros su amor, para colmarnos de su presencia y su gracia. Dios quiere hacernos partícipes de su alegría, divina y eterna, haciendo que descubramos que el valor y el sentido profundo de nuestra vida está en el ser aceptados, acogidos y amados por Él, y no con una acogida frágil como puede ser la humana, sino con una acogida incondicional como lo es la divina: yo soy amado, tengo un puesto en el mundo y en la historia, soy amado personalmente por Dios. Y si Dios me acepta, me ama y estoy seguro de ello, entonces sabré con claridad y certeza que es bueno que yo sea, que exista. Este amor infinito de Dios para con cada uno de nosotros se manifiesta de modo pleno en Jesucristo. En Él se encuentra la alegría que buscamos. En el Evangelio vemos cómo los hechos que marcan el inicio de la vida de Jesús se caracterizan por la alegría. Cuando el arcángel Gabriel anuncia a la Virgen María que será madre del Salvador, comienza con esta palabra: «¡Alégrate!» (Lc 1,28). En el nacimiento de Jesús, el Ángel del Señor dice a los pastores: «Os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor» (Lc 2,11). Y los Magos que buscaban al niño, «al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría» (Mt 2,10). El motivo de esta alegría es, por lo tanto, la cercanía de Dios, que se ha hecho uno de nosotros. Esto es lo que san Pablo quiso decir cuando escribía a los cristianos de Filipos: «Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca» (Flp 4,4-5). La primera causa de nuestra alegría es la cercanía del Señor, que me acoge y me ama. En efecto, el encuentro con Jesús produce siempre una gran alegría interior. Lo podemos ver en muchos episodios de los Evangelios. Recordemos la visita de Jesús a Zaqueo, un recaudador de impuestos deshonesto, un pecador público, a quien Jesús dice: «Es necesario que hoy me quede en tu casa». Y san Lucas dice que Zaqueo «lo recibió muy contento» (Lc 19,5-6). Es la alegría del encuentro con el Señor; es sentir el amor de Dios que puede transformar toda la existencia y traer la salvación. Zaqueo decide cambiar de vida y dar la mitad de sus bienes a los pobres. En la hora de la pasión de Jesús, este amor se manifiesta con toda su fuerza. Él, en los últimos momentos de su vida terrena, en la cena con sus amigos, dice: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor… Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud» (Jn 15,9.11). Jesús quiere introducir a sus discípulos y a cada uno de nosotros en la alegría plena, la que Él comparte con el Padre, para que el amor con que el Padre le ama esté en nosotros (cf. Jn 17,26). La alegría cristiana es abrirse a este amor de Dios y pertenecer a Él. Los Evangelios relatan que María Magdalena y otras mujeres fueron a visitar el sepulcro donde habían puesto a Jesús después de su muerte y recibieron de un Ángel una noticia desconcertante, la de su resurrección. Entonces, así escribe el Evangelista, abandonaron el sepulcro a toda prisa, «llenas de miedo y de alegría», y corrieron a anunciar la feliz noticia a los discípulos. Jesús salió a su encuentro y dijo: «Alegraos» (Mt 28,8-9). Es la alegría de la salvación que se les ofrece: Cristo es el viviente, es el que ha vencido el mal, el pecado y la muerte. Él está presente en medio de nosotros como el Resucitado, hasta el final de los tiempos (cf. Mt 28,21). El mal no tiene la última palabra sobre nuestra vida, sino que la fe en Cristo Salvador nos dice que el amor de Dios es el que vence. Esta profunda alegría es fruto del Espíritu Santo que nos hace hijos de Dios, capaces de vivir y gustar su bondad, de dirigirnos a Él con la expresión «Abba», Padre (cf. Rm 8,15). La alegría es signo de su presencia y su acción en nosotros. 3. Conservar en el corazón la alegría cristiana Aquí nos preguntamos: ¿Cómo podemos recibir y conservar este don de la alegría profunda, de la alegría espiritual? Un Salmo dice: «Sea el Señor tu delicia, y él te dará lo que pide tu corazón» (Sal 37,4). Jesús explica que «El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo» (Mt 13,44). Encontrar y conservar la alegría espiritual surge del encuentro con el Señor, que pide que le sigamos, que nos decidamos con determinación, poniendo toda nuestra confianza en Él. Queridos jóvenes, no tengáis miedo de arriesgar vuestra vida abriéndola a Jesucristo y su Evangelio; es el camino para tener la paz y la verdadera felicidad dentro de nosotros mismos, es el camino para la verdadera realización de nuestra existencia de hijos de Dios, creados a su imagen y semejanza. Buscar la alegría en el Señor: la alegría es fruto de la fe, es reconocer cada día su presencia, su amistad: «El Señor está cerca» (Flp 4,5); es volver a poner nuestra confianza en Él, es crecer en su conocimiento y en su amor. El «Año de la Fe», que iniciaremos dentro de pocos meses, nos ayudará y estimulará. Queridos amigos, aprended a ver cómo actúa Dios en vuestras vidas, descubridlo oculto en el corazón de los acontecimientos de cada día. Creed que Él es siempre fiel a la alianza que ha sellado con vosotros el día de vuestro Bautismo. Sabed que jamás os abandonará. Dirigid a menudo vuestra mirada hacia Él. En la cruz entregó su vida porque os ama. La contemplación de un amor tan grande da a nuestros corazones una esperanza y una alegría que nada puede destruir. Un cristiano nunca puede estar triste porque ha encontrado a Cristo, que ha dado la vida por él. Buscar al Señor, encontrarlo, significa también acoger su Palabra, que es alegría para el corazón. El profeta Jeremías escribe: «Si encontraba tus palabras, las devoraba: tus palabras me servían de gozo, eran la alegría de mi corazón» (Jr 15,16). Aprended a leer y meditar la Sagrada Escritura; allí encontraréis una respuesta a las preguntas más profundas sobre la verdad que anida en vuestro corazón y vuestra mente. La Palabra de Dios hace que descubramos las maravillas que Dios ha obrado en la historia del hombre y que, llenos de alegría, proclamemos en alabanza y adoración: «Venid, aclamemos al Señor… postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro» (Sal 95,1.6). La Liturgia en particular, es el lugar por excelencia donde se manifiesta la alegría que la Iglesia recibe del Señor y transmite al mundo. Cada domingo, en la Eucaristía, las comunidades cristianas celebran el Misterio central de la salvación: la muerte y resurrección de Cristo. Este es un momento fundamental para el camino de cada discípulo del Señor, donde se hace presente su sacrificio de amor; es el día en el que encontramos al Cristo Resucitado, escuchamos su Palabra, nos alimentamos de su Cuerpo y su Sangre. Un Salmo afirma: «Este es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo» (Sal 118,24). En la noche de Pascua, la Iglesia canta el Exultet, expresión de alegría por la victoria de Jesucristo sobre el pecado y la muerte: «¡Exulte el coro de los ángeles… Goce la tierra inundada de tanta claridad… resuene este templo con las aclamaciones del pueblo en fiesta!». La alegría cristiana nace del saberse amados por un Dios que se ha hecho hombre, que ha dado su vida por nosotros y ha vencido el mal y la muerte; es vivir por amor a él. Santa Teresa del Niño Jesús, joven carmelita, escribió: «Jesús, mi alegría es amarte a ti» (Poesía 45/7). 4. La alegría del amor Queridos amigos, la alegría está íntimamente unida al amor; ambos son frutos inseparables del Espíritu Santo (cf. Ga 5,23). El amor produce alegría, y la alegría es una forma del amor. La beata Madre Teresa de Calcuta, recordando las palabras de Jesús: «hay más dicha en dar que en recibir» (Hch 20,35), decía: «La alegría es una red de amor para capturar las almas. Dios ama al que da con alegría. Y quien da con alegría da más». El siervo de Dios Pablo VI escribió: «En el mismo Dios, todo es alegría porque todo es un don» (Ex. ap. Gaudete in Domino, 9 mayo 1975). Pensando en los diferentes ámbitos de vuestra vida, quisiera deciros que amar significa constancia, fidelidad, tener fe en los compromisos. Y esto, en primer lugar, con las amistades. Nuestros amigos esperan que seamos sinceros, leales, fieles, porque el verdadero amor es perseverante también y sobre todo en las dificultades. Y lo mismo vale para el trabajo, los estudios y los servicios que desempeñáis. La fidelidad y la perseverancia en el bien llevan a la alegría, aunque ésta no sea siempre inmediata. Para entrar en la alegría del amor, estamos llamados también a ser generosos, a no conformarnos con dar el mínimo, sino a comprometernos a fondo, con una atención especial por los más necesitados. El mundo necesita hombres y mujeres competentes y generosos, que se pongan al servicio del bien común. Esforzaos por estudiar con seriedad; cultivad vuestros talentos y ponedlos desde ahora al servicio del prójimo. Buscad el modo de contribuir, allí donde estéis, a que la sociedad sea más justa y humana. Que toda vuestra vida esté impulsada por el espíritu de servicio, y no por la búsqueda del poder, del éxito material y del dinero. A propósito de generosidad, tengo que mencionar una alegría especial; es la que se siente cuando se responde a la vocación de entregar toda la vida al Señor. Queridos jóvenes, no tengáis miedo de la llamada de Cristo a la vida religiosa, monástica, misionera o al sacerdocio. Tened la certeza de que colma de alegría a los que, dedicándole la vida desde esta perspectiva, responden a su invitación a dejar todo para quedarse con Él y dedicarse con todo el corazón al servicio de los demás. Del mismo modo, es grande la alegría que Él regala al hombre y a la mujer que se donan totalmente el uno al otro en el matrimonio para formar una familia y convertirse en signo del amor de Cristo por su Iglesia. Quisiera mencionar un tercer elemento para entrar en la alegría del amor: hacer que crezca en vuestra vida y en la vida de vuestras comunidades la comunión fraterna. Hay vínculo estrecho entre la comunión y la alegría. No en vano san Pablo escribía su exhortación en plural; es decir, no se dirige a cada uno en singular, sino que afirma: «Alegraos siempre en el Señor» (Flp 4,4). Sólo juntos, viviendo en comunión fraterna, podemos experimentar esta alegría. El libro de los Hechos de los Apóstoles describe así la primera comunidad cristiana: «Partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón» (Hch 2,46). Empleaos también vosotros a fondo para que las comunidades cristianas puedan ser lugares privilegiados en que se comparta, se atienda y cuiden unos a otros. 5. La alegría de la conversión Queridos amigos, para vivir la verdadera alegría también hay que identificar las tentaciones que la alejan. La cultura actual lleva a menudo a buscar metas, realizaciones y placeres inmediatos, favoreciendo más la inconstancia que la perseverancia en el esfuerzo y la fidelidad a los compromisos. Los mensajes que recibís empujar a entrar en la lógica del consumo, prometiendo una felicidad artificial. La experiencia enseña que el poseer no coincide con la alegría. Hay tantas personas que, a pesar de tener bienes materiales en abundancia, a menudo están oprimidas por la desesperación, la tristeza y sienten un vacío en la vida. Para permanecer en la alegría, estamos llamados a vivir en el amor y la verdad, a vivir en Dios. La voluntad de Dios es que nosotros seamos felices. Por ello nos ha dado las indicaciones concretas para nuestro camino: los Mandamientos. Cumpliéndolos encontramos el camino de la vida y de la felicidad. Aunque a primera vista puedan parecer un conjunto de prohibiciones, casi un obstáculo a la libertad, si los meditamos más atentamente a la luz del Mensaje de Cristo, representan un conjunto de reglas de vida esenciales y valiosas que conducen a una existencia feliz, realizada según el proyecto de Dios. Cuántas veces, en cambio, constatamos que construir ignorando a Dios y su voluntad nos lleva a la desilusión, la tristeza y al sentimiento de derrota. La experiencia del pecado como rechazo a seguirle, como ofensa a su amistad, ensombrece nuestro corazón. Pero aunque a veces el camino cristiano no es fácil y el compromiso de fidelidad al amor del Señor encuentra obstáculos o registra caídas, Dios, en su misericordia, no nos abandona, sino que nos ofrece siempre la posibilidad de volver a Él, de reconciliarnos con Él, de experimentar la alegría de su amor que perdona y vuelve a acoger. Queridos jóvenes, ¡recurrid a menudo al Sacramento de la Penitencia y la Reconciliación! Es el Sacramento de la alegría reencontrada. Pedid al Espíritu Santo la luz para saber reconocer vuestro pecado y la capacidad de pedir perdón a Dios acercándoos a este Sacramento con constancia, serenidad y confianza. El Señor os abrirá siempre sus brazos, os purificará y os llenará de su alegría: habrá alegría en el cielo por un solo pecador que se convierte (cf. Lc 15,7). 6. La alegría en las pruebas Al final puede que quede en nuestro corazón la pregunta de si es posible vivir de verdad con alegría incluso en medio de tantas pruebas de la vida, especialmente las más dolorosas y misteriosas; de si seguir al Señor y fiarse de Él da siempre la felicidad. La respuesta nos la pueden dar algunas experiencias de jóvenes como vosotros que han encontrado precisamente en Cristo la luz que permite dar fuerza y esperanza, también en medio de situaciones muy difíciles. El beato Pier Giorgio Frassati (1901-1925) experimentó tantas pruebas en su breve existencia; una de ellas concernía su vida sentimental, que le había herido profundamente. Precisamente en esta situación, escribió a su hermana: «Tú me preguntas si soy alegre; y ¿cómo no podría serlo? Mientras la fe me de la fuerza estaré siempre alegre. Un católico no puede por menos de ser alegre... El fin para el cual hemos sido creados nos indica el camino que, aunque esté sembrado de espinas, no es un camino triste, es alegre incluso también a través del dolor» (Carta a la hermana Luciana, Turín, 14 febrero 1925). Y el beato Juan Pablo II, al presentarlo como modelo, dijo de él: «Era un joven de una alegría contagiosa, una alegría que superaba también tantas dificultades de su vida» (Discurso a los jóvenes, Turín, 13 abril 1980). Más cercana a nosotros, la joven Chiara Badano (1971-1990), recientemente beatificada, experimentó cómo el dolor puede ser transfigurado por el amor y estar habitado por la alegría. A la edad de 18 años, en un momento en el que el cáncer le hacía sufrir de modo particular, rezó al Espíritu Santo para que intercediera por los jóvenes de su Movimiento. Además de su curación, pidió a Dios que iluminara con su Espíritu a todos aquellos jóvenes, que les diera la sabiduría y la luz: «Fue un momento de Dios: sufría mucho físicamente, pero el alma cantaba» (Carta a Chiara Lubich, Sassello, 20 de diciembre de 1989). La clave de su paz y alegría era la plena confianza en el Señor y la aceptación de la enfermedad como misteriosa expresión de su voluntad para su bien y el de los demás. A menudo repetía: «Jesús, si tú lo quieres, yo también lo quiero». Son dos sencillos testimonios, entre otros muchos, que muestran cómo el cristiano auténtico no está nunca desesperado o triste, incluso ante las pruebas más duras, y muestran que la alegría cristiana no es una huída de la realidad, sino una fuerza sobrenatural para hacer frente y vivir las dificultades cotidianas. Sabemos que Cristo crucificado y resucitado está con nosotros, es el amigo siempre fiel. Cuando participamos en sus sufrimientos, participamos también en su alegría. Con Él y en Él, el sufrimiento se transforma en amor. Y ahí se encuentra la alegría (cf. Col 1,24). 7. Testigos de la alegría Queridos amigos, para concluir quisiera alentaros a ser misioneros de la alegría. No se puede ser feliz si los demás no lo son. Por ello, hay que compartir la alegría. Id a contar a los demás jóvenes vuestra alegría de haber encontrado aquel tesoro precioso que es Jesús mismo. No podemos conservar para nosotros la alegría de la fe; para que ésta pueda permanecer en nosotros, tenemos que transmitirla. San Juan afirma: «Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos, para que estéis en comunión con nosotros… Os escribimos esto, para que nuestro gozo sea completo» (1Jn 1,3-4). A veces se presenta una imagen del Cristianismo como una propuesta de vida que oprime nuestra libertad, que va contra nuestro deseo de felicidad y alegría. Pero esto no corresponde a la verdad. Los cristianos son hombres y mujeres verdaderamente felices, porque saben que nunca están solos, sino que siempre están sostenidos por las manos de Dios. Sobre todo vosotros, jóvenes discípulos de Cristo, tenéis la tarea de mostrar al mundo que la fe trae una felicidad y alegría verdadera, plena y duradera. Y si el modo de vivir de los cristianos parece a veces cansado y aburrido, entonces sed vosotros los primeros en dar testimonio del rostro alegre y feliz de la fe. El Evangelio es la «buena noticia» de que Dios nos ama y que cada uno de nosotros es importante para Él. Mostrad al mundo que esto de verdad es así. Por lo tanto, sed misioneros entusiasmados de la nueva evangelización. Llevad a los que sufren, a los que están buscando, la alegría que Jesús quiere regalar. Llevadla a vuestras familias, a vuestras escuelas y universidades, a vuestros lugares de trabajo y a vuestros grupos de amigos, allí donde vivís. Veréis que es contagiosa. Y recibiréis el ciento por uno: la alegría de la salvación para vosotros mismos, la alegría de ver la Misericordia de Dios que obra en los corazones. En el día de vuestro encuentro definitivo con el Señor, Él podrá deciros: «¡Siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu señor!» (Mt 25,21). Que la Virgen María os acompañe en este camino. Ella acogió al Señor dentro de sí y lo anunció con un canto de alabanza y alegría, el Magníficat: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador» (Lc 1,46-47). María respondió plenamente al amor de Dios dedicando a Él su vida en un servicio humilde y total. Es llamada «causa de nuestra alegría» porque nos ha dado a Jesús. Que Ella os introduzca en aquella alegría que nadie os podrá quitar. Vaticano, 15 de marzo de 2012 BENEDICTUS PP. XVI © Copyright 2012 - Libreria Editrice Vaticana top
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sábado, 31 de marzo de 2012

LA SANTA FAZ

HISTORIA DE LA SANTA FAZ PINTADA POR CELINE MARTIN, HERMANA DE SANTA TERESA DE LISIEUX Esta imagen sindónica no es una más. Estamos, probablemente, ante el primer acercamiento pictórico al cliché obtenido en 1898 por Secondo Pía. Más tarde vendrían otros (Reffo, Aggemian, Ranieri, Brunner, Miñarro…) más familiares para nuestros lectores. Pero hoy vamos a conocer la historia de esta “Santa Faz”, obra sublime que debemos nada menos que a Celine Martin, hermana de Santa Teresa de Lisieux. Sor María de San Pedro fue una monja carmelita descalza del Convento de Tours (Francia) mundialmente conocida en el siglo XIX como apóstol de la devoción a la Santa Faz tras las visiones que tuvo en noviembre de 1846. Luis Martin, padre de Celine y Teresa de Lisieux, leía asiduamente la vida de esta mística y de todos era conocido su deseo de peregrinar algún día hasta el Convento de Tours, cosa que pudo hacer Celine en mayo de 1890. Según consta documentalmente, el 26 de abril de 1885 toda la familia se inscribió en la Archicofradía de la Santa Faz de Tours (Luis Martín con el número 7.378; Celine, con el 7.381; y Teresita, de doce años, con el 7382). Una de las reglas de la Archicofradía consistía en recitar frecuentemente la jaculatoria “¡Señor, mostradnos Vuestro Rostro y seremos salvos!” Es evidente que esta espiritualidad de honrar de forma especial el Rostro de Cristo arraigó en el corazón de ambas niñas, quienes terminarían adoptando el nombre “de la Santa Faz” como apellido espiritual tras sus respectivas profesiones religiosas: Santa Teresa se llamaría “del Niño Jesús y de Su Santa Faz” desde junio de 1889 y Celine es conocida en religión como Sor Genoveva de Santa Teresa y la Santa Faz. La santa de Lisieux, tal y como nos dejó patente en sus escritos [1], especialmente en sus poesías místicas y en sus oraciones, experimentaba una tierna adoración por el Rostro de Jesús. Sin embargo, falleció víctima de la tuberculosis ocho meses antes de que se tomase la primera fotografía a la Síndone y el mundo descubriese la cara del Hombre de la Sábana en el negativo fotográfico revelado por Pía. Es comprensible que Celine, que había estudiado pintura y fotografía y era la autora de las imágenes que de su hermana Teresa han pasado a la posteridad[2], se quedase muy impresionada no sólo por la belleza de la foto tomada por Pía, sino por descubrir que, inexplicablemente, la Síndone se comportaba como un cliché. La peripecia que ocupa nuestro artículo fue hábilmente relatada por el P. Fernando de Santa Inés en su obra “La Santa Faz”, y nos parece adecuado cederle a él la palabra para conocerla de primera mano: “El Sudario de Turín abre a la investigación de los estudiosos, por las fotografías de Pía, nuevos e insospechados horizontes. (…) En 1902, por derroteros desconocidos y providenciales, llegó al monasterio carmelitano de Lisieux una de las fotografías de la Santa Síndone sacadas por Segundo Pía en la exposición de mayo de 1898. Le tocó, en venturosa suerte, a la Hermana Genoveva de Santa Teresa y de la Santa Faz, la antigua Celine de los Buissonnets [3]; y desde el primer instante aquel Rostro de la Síndone –que parece levantarse majestuoso, como un sol, sobre veinte siglos de olvido- extasió e hirió de amor el corazón de su dueña. Así, dos años; hasta que en la Pascua de 1904, en una noche de primavera en la atmósfera y de inspiración en la fantasía, Celine sintió la irresistible inspiración de pintar el Rostro del Señor. Tomó pues, el lápiz, después de invocar fervorosamente el patrocinio de Santa Teresita, y, casi milagrosamente, en lo que la nota de un laúd hiere nuestro oído y se pierde en el espacio, había terminado su labor. La Faz de Sor Genoveva –trazada primero al carboncillo- as artística, veraz y sumamente expresiva. (…) En el lapso de medio siglo [4], la Santa Faz de Lisieux ha dado ya varias veces y triunfalmente la vuelta a toda la Tierra. Pero antes iniciar su gira internacional, el Santo Rostro arribó al Vaticano, en donde Pío X, hoy gloriosamente Beato [5], luego de adorarle e indulgenciarle, le auguró una festiva acogida familiar y un éxito mundial. (…) Pío X se sintió emocionado al verlo, y lo besó repetidas veces. (…) “Querido Padre (dijo el Papa al sacerdote que le había hecho llegar el cuadro por petición de Sor Genoveva), ¡cuán hermoso es este cuadro!…” Y como el Padre pidiera una bendición para la artista, agregó: “Quiero que le llevéis un recuerdo mío”. Abriendo sus armarios, el Papa busca algo que no puede encontrar… “¡Han desordenado todas mis cajas!”, dice con conmovedora simplicidad. Y dando sus ojos con una medalla de bronce, en la que estaba su retrato en relieve, se la da al Padre para entregársela en su nombre a la pequeña carmelita. Aunque el Padre en cuestión afirma que el Papa buscaba una medalla de plata, Sor Genoveva está toda ella jubilosa con su medalla de bronce. Y con razón, pues como dice nuestra artista: “Yo no presenté mi cuadro en ninguna sala de exposición, mas he aquí que el mismo Santo Padre es el que se ha encargado de condecorarme”. [6] El Cardenal Casimiro Gennari escribirá al abate Eugenio Prévost la siguiente carta fechada el 4 de junio de 1906: “Reverendísimo Señor: He expuesto al Santo Padre, en la audiencia de este día, el proyecto ideado por Vuestra Señoría Reverendísima con miras a la máxima difusión posible de la imagen de la Santa Faz de Nuestro Señor Jesucristo, tal y como el Carmelo de Lisieux ha conseguido diseñarla, con arte inigualable, inspirándose en la verdadera imagen del Santo Sudario. Su Santidad –que acepta y agradece cordialmente el envío de una fotografía de esta Santa Faz- aprueba gustosamente vuestra empresa. A la verdad, no se pueden considerar los rasgos y la expresión de esta adorable figura sin sentirse vivamente emocionado y sin que en el corazón florezcan sentimientos de compasión y amor. Esta imagen puede ser útil a toda clase de personas, ya que se puede considerar como un libro de meditación sobre la Pasión y la muerte de Nuestro Divino Redentor. Por todo esto, confirmando las indulgencias ya concedidas y firmadas de su mano, el Santo Padre declara de nuevo que a todos aquellos que meditaren algunos instantes delante de esta imagen en la Pasión de Nuestro Señor, por este solo hecho, les otorga todas las indulgencias concedidas por los Soberanos Pontífices a la Corona de las cinco Llagas. Igualmente, Su Santidad desea que esta imagen se distribuya por todas partes y que se la venere en todas las familias cristianas, recomendando la propagación de su culto de manera particular a los Reverendísimos Obispos y a todos los eclesiásticos, y bendiciendo muy especialmente a todos aquellos que sean sus propagadores”. [7] La imagen, en fin, obtuvo en marzo de 1909 el Gran Premio en la Exposición Internacional de Arte Religioso de Bois-le-Duc (Países Bajos) y adornó, especialmente durante la primera mitad del siglo XX, buena parte de los oratorios del Planeta. En nuestros días ha sido “rescatada” por Pierre Descouvemont y Helmuth Nils Loose en su monumental obra “Teresa y Lisieux”, donde le dedican varias páginas y aparece magníficamente reproducida.[8] Sor Genoveva (Celine) falleció el 25 de febrero de 1959. El 19 de octubre de 1997 (Día de las Misiones), Juan Pablo II proclamó a Santa Teresa de Lisieux Doctora de la Iglesia. Nota: deseamos mostrar públicamente nuestro agradecimiento al señor Pablo Ferrando al ponernos en la pista de conocer estos hechos y cedernos el material bibliográfico necesario para la elaboración del artículo. Celine pintando Artículo publicado por Andrés Brito en la revista "Línteum" nº 41 sobre Céline y su cuadro ________________________________________ Tratándose de la representación del Rostro de Jesús que puede contemplarse en el negativo fotográfico de la Santa Síndone recomendamos visitar los siguientes sitios: http://www.enciclopediacatolica.com/s/sudariosanto.htm http://www.linteum.com ________________________________________
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sábado, 17 de marzo de 2012

SAN CIRILO DE CONSTANTINOPLA

SAN CIRILO DE CONSTANTINOPLA 6 de marzo SAN CIRILO DE CONSTANTINOPLA, En el suplemento carmelitano del Martirologio Romano se leen en este día: "En Tierra Santa, San Cirilo, confesor de la Orden del Carmelo, quien con su saber y santidad convirtió a numerosos paganos a la fe y gobernó durante veintisiete años su orden, con gran alabanza. Finalmente, en el reinado de los emperadores Felipe y Otón, descansó en el Señor." Este resumen biográfico es muy poco de fiar. Así, por ejemplo, los emperadores Felipe de Suabia y Otón IV (pues de ellos se trata, indudablemente), no fueron colegas en su gobierno, sino que Otón fue el rival y el sucesor de Felipe. Por otra parte, Otón IV murió en 1218 y en ese año el predecesor de Cirilo era todavía prior general de los carmelitas. Será inútil entrar en detalles sobre la fantástica vida de San Cirilo, que se inventó más tarde y puede leerse todavía en las lecciones del Breviaro de los carmelitas. Según dicha biografía, Cirilo era un destacado sacerdote de Constantinopla, que había prestado magníficos servicios a la Iglesia en la controversia con los ortodoxos griegos acerca del "Filioque". El emperador Manuel Comneno le había enviado como embajador ante el Papa Alejandro III. En realidad, todo lo que sabemos sobre San Cirilo es que, hacia el año 1232, fue nombrado prior general de su orden en Palestina, que sólo desempeñó ese cargo durante dos años y que, debido a una increíble confusión de su nombre con los de San Cirilo de Alejandría y San Cirilo de Jerusalén, se le atribuyeron muy posteriormente un hipotético tratado sobre la procedencia del Espíritu Santo, un estudio sobre el desarrollo de la Orden del Carmelo y una profecía muy discutida "transmitida solemnemente del cielo por ministerio de los ángeles a San Cirilo de Constantinopla, el carmelita". Probablemente el primero de dichos escritos no existió nunca y los otros dos eran simples falsificaciones. Sin embargo, a causa de la popularidad que alcanzaron en el siglo XIII los proverbios místicos y proféticos que se atribuían a Joaquín de Flora, el supuesto "Oráculo de San Cirilo", mencionado por primera vez en 1295, jugó un importante papel en la controversia sobre el "Evangelio Eterno" de Joaquín de Flora. Gracias a ello, el nombre de San Cirilo se hizo muy famoso. La confusión con los otros dos Cirilos, que habían vivido 800 ó 900 años antes, llevó a los carmelitas a honrarle como santo y doctor de la Iglesia. Sin embargo, el Martirologio Romano no menciona a este San Cirilo de Constantinopla. El P. Benito Zimmerman hizo investigaciones muy serias y completas sobre San Cirilo. Presentó los resultados de dichas investigaciones, en forma sumaria, en la Catholic Encyclopedia (vol. IV, p. 595) y, en forma más amplia, en Monumenta Historica Carmelitana, pp. 295-311, y en el artículo con que contribuyó a la Bibliotheque Liturgique de U. Chevalier (vol. XIII, pp. 289-291 y 329-332). La biografía imaginaria de San Cirilo puede leerse con cierto detalle en Acta Sanctorum, marzo, vol. l. En las notas del P. Zimmerman se hallarán las referencias bibliográficas de la literatura que existe sobre Joaquín de Flora y el Oráculo de San Cirilo, en particular los artículos del cardenal Ehrle en Archiv für Litteratur und Kirchengeschichte. Publicado por Mariana en 11:21 Enviar por correo electrónicoEscribe un blogCompartir con TwitterCompartir con Facebook
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jueves, 8 de marzo de 2012

Las fundaciones Teresianas

La Reforma de Santa Teresa de Jesús "Tu deseo sea de ver a Dios; tu temor, si le has de perder; tu dolor, que no le gozas, y tu gozo, de lo que te puede llevar allá, y vivirás con gran paz." (Santa Teresa de Jesús) 1. La inspiración divina Las Carmelitas del monasterio de La Encarnación habían decaído mucho de su primitivo fervor a principios del siglo XVI. Observaban la Regla mitigada y su locutorio era una especie de centro de reunión de las damas y caballeros de la ciudad. Por otra parte, las religiosas podían salir de la clausura con el menor pretexto, de suerte que el convento era el sitio ideal para quien deseaba una vida fácil y sin problemas. La comunidad era sumamente numerosa, lo cual era a la vez causa y efecto de relajación. En La Encarnación vivían 140 monjas. Monasterio de La Encarnación Ante este panorama, Santa Teresa de Jesús sintió el llamado divino de fundar un monasterio de mayor austeridad, a ejemplo de las Clarisas Descalzas de Madrid, donde se observase la Regla primitiva. Quiso dar vida a una casa “de haber solas quince...con grandísimo encerramiento, así de nunca salir como de no ver si no han velo delante del rostro, fundadas en oración y mortificación” (Carta del 23.12.1561 a su hermano Lorenzo de Cepeda; y cap. 32 de Vida). Su Reforma buscaba retornar a la vida centrada en Dios con toda sencillez y pobreza, como la de los primeros ermitaños del Monte Carmelo. Ayudada por Doña Guiomar de Ulloa y aconsejada por San Pedro de Alcántara, San Francisco de Borja y San Luis Beltrán, preparó en su ciudad natal la casita que serviría de monasterio, cuya erección autorizó la Penitenciaría Apostólica el 7 de febrero de 1562 con el breve Ex parte vestra. 2. ¿En qué consiste la Reforma de la Santa? Monasterio de San José, Primera Fundación La inauguración del monasterio tuvo lugar el 24 de agosto de 1562. Santa Teresa se unió a las primeras cuatro postulantes en el mes de diciembre. Elegida Priora a comienzos del año siguiente, organizó la nueva vida con una decisiva orientación contemplativa centrada en la oración, entendida ésta como un contacto de amistad con el Amado “que tiene tantos enemigos y tan pocos amigos”; contacto sostenido con la soledad de la clausura estricta, el silencio, la pobreza, la penitencia, el trabajo manual, la abstinencia de carnes y las alegres recreaciones. Santa Teresa no admitió al principio más que a trece religiosas, pero más tarde, en los conventos que no vivían sólo de limosnas sino que poseían rentas, aceptó que hubiese veintiuna. Y todo ello con una clara orientación apostólica: por la Iglesia, por el Papa y por los sacerdotes (Camino 1-3). No se conocen las primeras leyes que regulaban la vida de aquel primer “Palomarcito”, aunque se vislumbran en el reglamento presentado por la Santa en 1567 al Prior General de la Orden, P. Juan Bautista Rubeo, para los Carmelitas Descalzos. El primer texto conocido que recoge el ideal de la Reforma fue Camino de Perfección (1566), donde Santa Teresa expone con claridad su ideal y los medios para vivirlo. Ideó la vida en la Reforma como una búsqueda amorosa de Cristo y de su intimidad con Él en la oración, exigiendo que quien aspirase a la Orden fuera “persona de oración”. No se trataba simplemente de tener mujeres capaces de hacer dos horas diarias de oración mental y de recitar el Oficio Divino, sino de que vivieran juntas manteniéndose continuamente unidas al Señor, en la “soledad mandada por la Regla”, en el trabajo manual a imagen de los pobres y en la penitencia que conforma la voluntad con la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. El primer texto de Camino de Perfección confirma este ideal: la oración “es el fundamento” de la vida en el monasterio. Además, para que la oración sea verdadera debe ser sostenida con la mortificación, dado que “oración y regalo no se compadece” (Camino 5,2). Siguiendo la Regla, exige el recogimiento en la propia celda, lo cual favorece el silencio y la oración misma. Por otro lado, Santa Teresa apunta a la vida familiar como expresión de la caridad fraterna, donde las pocas religiosas, reunidas como el pequeño “colegio de Cristo”, “todas han de ser amigas, todas se han de amar, todas se han de querer, todas se han de ayudar” (Camino 6,4). 3. La cuestión de las Constituciones Este ideal de la Reforma Teresiana se plasmará en las Constituciones de la Santa, redactadas en vista a las nuevas fundaciones y aprobadas por el General Rubeo en 1568. En 1581 se reunirá en Alcalá de Henares el primer Capítulo Provincial de los Descalzos, constituidos en Provincia independiente con el breve Pia consideratione de Gregorio XIII del 22 de junio de 1580. En dicho Capítulo se promulgaron las Constituciones para las monjas. La Santa había trabajado en estas leyes, pidiendo observaciones a todas sus comunidades; observaciones cribadas por ella misma antes de trasmitírselas al Provincial P. Jerónimo de la Madre de Dios (Gracián), probable autor de la redacción del texto complutense de 1581. Fray Jerónimo de la Madre de Dios (Gracián, 1545-1614) Hijo predilecto de Santa Teresa En 1585 fue elegido Provincial el P. Nicolás de Jesús María (Doria) que intervino la Constituciones de 1581. Santa Teresa ya había fallecido (1582) y el P. Nicolás alteró las leyes dadas por ella y por el Capítulo de Alcalá (1581) sobre el gobierno, confesores, visitas canónicas y elecciones en los monasterios. También suprimió la dedicatoria de las Constituciones a la “Madre Teresa” y la carta introductoria del P. Gracián. Madre Ana de Jesús (1545-1621) Defensora del legado teresiano Tras diversas oposiciones (Ana de Jesús, María de San José, P. Gracián) y conflictos, en 1592 el P. Doria promulga unas nuevas Constituciones, introduciendo todas las normas jurídicas que quiso. Este texto legislativo se impuso en todos los Carmelos y fue la norma de vida hasta 1926, en que se revisaron para adecuarlas al nuevo Código de Derecho Canónico de 1917. La revisión se hizo entonces con extremo cuidado, “por el temor de que fuese alterado el venerado texto que la Santa Madre, inspirada del Cielo, había con tanta precisión compuesto y observado” (Fr. Guillermo de San Alberto, Prepósito General de los Descalzos). 4. Las Fundaciones teresianas "Teresa sin la gracia de Dios es una pobre mujer; con la gracia de Dios, una fuerza; con la gracia de Dios y mucho dinero, una potencia". He aquí la relación de los Carmelos Descalzos fundados por Santa Teresa de Jesús: . San José de Ávila (1562) . Medina del Campo (1567) . Malagón (1568) . Valladolid (1568) . Toledo (1569) . Pastrana (1569), trasladado en 1574 a Segovia . Salamanca (1570) . Alba de Tormes (1571) Tras el trienio en que fue nombrada Priora de La Encarnación: . Segovia (1574) . Beas de Segura (1575) . Sevilla (1575) . Caravaca (1576) Carmelo de Beas de Segura (1575) Tras la suspensión temporal por el conflicto entre Calzados y Descalzos: . Villanueva de la Jara (1580) . Palencia (1580) . Soria (1581) . Granada (1582) . Burgos (1582) . Trabajó en las gestiones para la fundación tan deseada de Madrid que se llevaría a cabo cuatro años después de su muerte, en 1586. 5. Características fundamentales de la Reforma Descalza - Espíritu de continua oración y contemplación: "Todas las que traemos este hábito sagrado del Carmen somos llamadas a la oración y contemplación, porque éste fue nuestro principio." (5 M. 1,3) - Espíritu ermitaño: "El estilo que pretendemos llevar es no sólo de ser monjas sino ermitañas, y así se desasen de todo lo creado." (C. 13,6) - Imitación de María Santísima, Hermana y Señora. - Soledad y silencio: "Nunca haya sala de labor porque no sea ocasión de que estando juntas quebranten el silencio." (Const.) - Trabajo en la presencia de Dios: "No se haga labor curiosa que ocupe el pensamiento para no le tener en el Señor" (Const.); “Coman su pan trabajando en silencio" (Regla); "Ponga mucho en los ejercicios de manos que importa infinitísimo." (Cta. 111,3) - Pobreza absoluta: "Siempre tengan delante la pobreza que profesan para dar en todo el buen olor de ella y miren que no es esto lo que las ha de sustentar (el propio interés) sino la fe y perfección y fiar en sólo Dios." (Const.) - Austeridad. - Penitencia. - Ayuno: Desde la Exaltación de la Santa Cruz (14 de septiembre) hasta el día de la Resurrección del Señor (Regla). - Abstinencia perpetua: Excepto en caso de enfermedad o debilidad, como en el ayuno (Regla). - Obediencia libre y generosa: "En esto de la obediencia es lo que más había de poner y por parecerme que si no la hay es no ser monja, no digo nada de ello" (C. 18.7). "Me dijo el Señor: Hija, la obediencia da fuerzas" (Fund. prólogo). - Desasimiento de todo lo creado. - Verdadera humildad, sencillez y alegría: "Vida es vivir de manera que no se tema la muerte ni todos los sucesos de la vida, y estar con esta ordinaria alegría que ahora todas traéis" (F. 27,12). - Oración por la Iglesia y los sacerdotes: Santa Teresa quiere que sus hijas merezcan con sus virtudes alcanzar una lluvia de gracias para la Santa Iglesia y para que "a los capitanes de este castillo o ciudad, los haga muy aventajados en el camino del Señor, que son los predicadores y teólogos" (Camino 3,2). "Cuando vuestras oraciones y deseos y disciplinas y ayunos no se emplearen en esto que he dicho (en favor de la Iglesia y de la Sagrada Jerarquía) pensad que no hacéis ni cumplís el fin para el que aquí os juntó el Señor" (Camino 3,10). - Vida fraterna fundada en la caridad más perfecta: “Todas han de ser amigas, todas se han de amar, todas se han de querer, todas se han de ayudar” (Camino 6,4). "Si entendieseis lo que nos importa esta virtud no traeríais otro estudio" (5M. 3,10). - Rigurosa y voluntaria clausura: "No se creerá el contento que se recibe en estas fundaciones cuando nos vemos ya con clausura adonde no puede entrar persona seglar: que por mucho que las queramos, no basta para dejar de tener este gran consuelo de vernos a solas con Él sólo" (F. 31,46). - Amor filial a San José: a quien llaman “Ntro. Padre y Señor San José”, confiándole sus necesidades. - Cielo en la tierra: "Esta casa es un Cielo, si lo puede haber en la tierra. Para quien se contenta sólo de contestar a Dios y no hace caso de contento suyo, tiénese muy buena vida: en queriendo algo más se perderá todo, porque no lo puede tener". (C. 13,7) - Número limitado de monjas: Máximo 21.
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lunes, 16 de enero de 2012