REINA DEL MONTE CARMELO

jueves, 28 de mayo de 2009

MES DE JUNIO: MES DEL SAGRADO CORAZON

El Sagrado Camino del Corazón

Hace bastantes años mi amigo y compañero de clase, Santiago Olmeda, me lanzó un par de dilemas Teológicos consciente de mi debilidad por los acertijos.
Era la década de los 70 y estábamos estudiando 1º de B.U.P. Ambos veníamos de un colegio dirigido por religiosos; Los Escolapios. Y ambos habíamos estado embarcados los dos últimos años en un grupo llamado Gandhi.
Fue una época convulsiva debido a los cambios políticos y sociales que trajeron la democracia. Había por entonces un “batiburrillo” entre las cuestiones políticas y religiosas.
El enigma era una simple pregunta: ¿ES EL CRISTIANISMO UNA REVOLUCIÓN SOCIAL? Conociendo a Santi decidí aplicar el principio de la prudencia antes de darle una respuesta. Lo cierto es que un año después nuestros caminos se separaron y aquella “inocente pregunta” quedo sin responder.
Os confieso que tardé bastantes años en formular una respuesta adecuada; puesto que por un lado estaba el hecho constatado de la transformación que el Cristianismo había traído a la sociedad. Y por el otro planeaba sin cesar en mi mente esa cita evangélica que decía: “… Dad a Dios lo que es de Dios, y al Cesar lo que es del Cesar…”
Hoy os puedo afirmar que Cristo trajo a este mundo una revolución, pero no social, sino humana, sentimental, un cambio radical en el pensamiento de aquellos que escucharon sus palabras. La mayoría de las revoluciones sociales en realidad no son tales. Sino simples rebeliones que incitan a la lucha de mujeres contra hombres, pobres contra ricos…etc. Algo que históricamente ya se estaba dando antes del nacimiento de Nuestro Señor. Los Planes de Dios para con los hombres eran mucho mas ambiciosos. Y para que halla una revolución verdadera, en el más estricto sentido de la palabra, tiene que darse un desarrollo y transformación de los hombres como pilares básicos de la sociedad.
Dios, en su afección etimológica significa: “El que Es “. Y lo es más allá de los límites de la temporalidad. Desde su propia Auto Creación, y por toda la eternidad. Luego su manera de “pensar” no está sujeta a modismos ni a los devenires de los tiempos.
Cristo llamó al hombre individualmente, algo demasiado moderno para los historiadores de aquella época. Llamó al corazón humano tocando con fuerza y certeza. Abriéndolo de par en par hacia otros horizontes más amplios que la mera supervivencia material. Y lo hizo trayendo la Palabra del Padre; y la Palabra “Padre” al alma humana. De tal forma que Dios dejó de ser un ente desconocido que habita en el Cielo para convertirse en un Padre que habita en el corazón de los hombres. Si recordamos lo expuesto en el Libro del Génesis: “Dios creó al hombre a su imagen y semejanza”. Luego dentro del Hombre permanece ese “retrato Celestial” que debemos dejar aflorar mirando en nuestro interior. Conversando con ese Sagrado Corazón que nos dió en el acto de la creación.
Un Corazón repleto de Amor. Un Corazón Cómplice con la existencia Humana. Un Corazón lleno de la Gracia del Perdón. En definitiva, un Corazón que acompaña en el camino de la vida.
Nosotros, como devotos del Sagrado Corazón tenemos que llegar a conseguir que ese Corazón Palpite dentro del nuestro y marque su ritmo y pulso. Hay que abandonarse a esa libertad que nos concede el tener ese “marcapasos Divino” como único remedio para nuestra fatiga cotidiana.
Como Apostolado que somos. Tenemos la obligación de llevar esa Buena Nueva a los demás para conseguir que el latido de esta sociedad sea único, sin disonancias. Eso se logra no con sermones, sino con ACTOS. Y esa evangelización esta llena de actos pequeños y continuos que como gotas de agua que caen repetidamente sobre la piedra logran pulirla y mermar su dureza.
La óptica del cristiano es el punto de vista del Padre. No por imposición, sino por convicción de que ese el mejor camino para nosotros. Es la Ley que impera en el Cielo y esta es, en muchas ocasiones radicalmente opuesta a los convencionalismos mundanos. Nuestro Reino no es de este Mundo pero teneos la obligación de intentar traerlo al nuestro.
Hay que orar sin palabras. Hay que orar con los oídos. Escuchando ese tictac Divino que conllevamos por la Generosidad de Dios desde nuestra concepción.
Mirar al Sagrado Corazón, par que el nuestro aprenda a ver dentro de otros corazones, esa es la clave de la Revolución Divina. Así conseguiremos hacer realidad aquello que pronunciamos en el Padre Nuestro: “Venga a Nosotros tu Reino”



Luis de Canaán y del Monte Carmelo
“ … ID Y HACED LO QUE ÉL OS DIGA… “