REINA DEL MONTE CARMELO

miércoles, 3 de agosto de 2011

DEL CLAUSTRO DEL MONTE TABOR






Lectura del santo evangelio según san Mateo 17, 1-9
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta.
Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.
Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él.
Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús:
-«Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía:
-«Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.»
Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto.
Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo:
-«Levantaos, no temáis.»
Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:
-«No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»



En esta sociedad tan acostumbrada a recibir los beneficios de lo invertido inmediatamente. Parece ser que además de la caída de las vocaciones religiosas, por decirlo de alguna manera "normales". Sufren, de manera notable, las vocaciones monásticas o contemplativas.

No tiene sentido en esta vida el estar "perdiendo el tiempo" en una clausura.

Diréis que tiene esto que ver con la festividad de la Transfiguración del Señor. La respuesta es: TODO. Para el que aspira a Amara Dios lo que no tiene sentido es la impaciencia. Uno no alcanza la santidad sino que se otorgada de manera especial. ES UN REGALO AL ALCANCE DE TODOS.

En que consiste eso de la "santidad". La respuesta es contundente y la da el propio Jesucristo: "... Mirad que ya no os llamo siervos, sino hermanos..." Y la amistad es una forma de hermandad afectiva que se basa en el conocimiento y el encuentro con el Amigo.

De la misma forma que Jesucristo revela su Naturaleza Divina en el monte Tabor a Pedro, a Santiago, a Juan. Discípulos por el queridos. Lo hace de sobremanera en ocasiones a personas muy especiales. Dios se muestra tal y como es. Y lo hace por amor, por amistad. En obsequio de ese tiempo invertido en conocerle, en hablar con El, en molestarse en escucharle.

De modo que la clausura no es un fin en si mismo, sino un medio para llegar a CONTEMPLAR a Dios.

Resulta dura pues de lo contrario aquello que pretende ser una actividad única, el dialogo diario con el Señor. Se podría convertir en una vida cómoda, rutinaria. Y Dios no quiere eso.. Dios quiere el ejercicio del alma. Requiere esa caminata hasta lo alto del monte Tabor.

Este pasaje del Evangelio de San Mateo me recuerda a las narraciones de los momentos vividos por el pueblo de Israel en el desierto.

Aquella nube que descendía sobre el tabernáculo requiriendo la presencia de Moisés. Ese pueblo liberado que en esos momentos cae de bruces horrorizados ante el poder de su Libertador.

Cabe destacar la expresión de Pedro en esos momentos: "... Señor: porqué no montamos tres tiendas...". "...Que a gusto se está aquí..."
Es la vuelta al paraíso perdido, volver a ver el rostro de Dios como en el jardín del Edén.

La felicidad absoluta solo se encuentra presencia de Dios. Pues Dios complementa aquello que no falta como hombres. El Padre que asesora al Hijo.

El final todo el mundo lo sabemos: "...NO TENGÁIS MIEDO..."

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